Somos poemas que, a la deriva,
surcan el infinito;
poemas conscientes, poemas vivos.
Poemas a lomos de otro poema
más grande, más completo,
azul y verde; orondo y perfecto;
un poema que canta
siguiendo la batuta de otros versos
más radiantes, más áureos, más etéreos.
Somos poemas de un libro sin fin,
de una historia de comienzos inciertos
y de amores eternos.
Somos poemas compuestos de estrofas
de carbono, nitrógeno,
oxígeno, hidrógeno…;
donde los protones y los neutrones,
junto a los electrones,
conforman nuestros versos,
y los neutrinos son la sutil rima
que a veces se confunde:
liberada, decadente, sin lustre.
Somos poemas, poemas de tiempo;
irrepetibles y únicos;
poemas que aún se siguen escribiendo.
Poemas de pasiones,
de esperanzas, de sueños
y todo un enjambre de sentimientos.
Somos poemas de una sociedad,
de historias que entrecruzan sus caminos
y cuentos que avanzan en soledad.
Poemas, tal vez, dignos de alabanzas,
si sus estrofas no pueblan los versos
de engañifas y estafas.
Poemas curiosos, con inquietudes;
poemas que sufren vicisitudes;
poemas cuerdos y poemas locos.
Somos poemas, sí, poemas somos,
jugando a ser poetas
de los versos nuestros y los de otros.
Poemas que pueden cambiar sus pies
y declamar sonetos a su antojo;
mas solo poemas, después de todo.
Poemas que luchamos nuestros días,
pintando sus colores,
y lloramos las noches.
Poemas que, ¡ay, sin rima nacemos
y vivimos en prosa
para morir en verso!
Pablo Fernández de Salas
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