Tic… tac…

 

El tiempo se balancea
en su columpio de plata,
meciendo la tierna noche
con sus manitas templadas.

Sonríe, mi niña, y ríe,
pues pronto llegará el alba.
Alegra el tibio rocío
que de tu rostro resbala.

El cielo de luto está,
con ropas de terciopelo,
lentejuelas de diamantes
y un largo vestido negro.

Mi vida, no llores más,
que ya está amainando el viento.
Podrás contemplar su rostro
en el lago del recuerdo.

Sus llamas se han apagado,
se ha evaporado la cera.
Nos uniremos al cielo
y encenderemos más velas.

No te preocupes por él,
muy pronto vendrá su estrella
y en un océano inmenso
irá a bañarse con ella.

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Pablo Fernández de Salas

 

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