Negras son sus mañanas
y son verdes sus tardes;
rojas cuando te encantas;
cobalto si te place.
En su calor te pierdes,
la acunas con tus manos,
esperas que conecten
tus labios con sus labios.
Labios de porcelana.
Aliento de mil labios.
Labios de tonos plata.
Labios que son tus labios.
Es blanca su espuma ardiente
y su corazón de oro;
reflejos resplandecientes,
iridiscente tesoro.
Acudes con placer
a su calor latente
si te apetece té,
¡ay!, si té te apetece.
Negras son tus mañanas
cuando te falta ella,
cuerpo de porcelana
de argéntea vestimenta.
Si te apetece té,
siempre que te apetece.
Té que te quiero té,
té que quiero quererte.
Es nívea su espuma ardiente
y su corazón dorado.
Negro, rojo, azul o verde
en su mar encarcelado.
Acudes con tu sed
a su pasión latente.
Tú para beber té
y ella para beberte.
Té que te quiero té;
té negro, rojo o verde.
Hoy te apetece té,
labios que por té mueren.
Con tus manos la acunas
y se produce el beso:
beso de té de luna,
té verde, rojo o negro.
Ese té que te acompaña
cuando te llena su sangre;
ese té de su mirada
que té quiere y té reparte.
Pablo Fernández de Salas
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