La consciencia toma el control del cuerpo
después de un rejuvenecedor sueño.
Alzar la mano, abrir la ventana,
que la brisa refresque la mañana
y el aroma a café inunde el recuerdo.
Pero no hay prisa, espera un momento.
Absorbe la vitalidad que emana
del sol, el jardín y las flores blancas.
Las ramas del almendro saludando
con sus jóvenes pulseras y anillos;
la elegancia de París a unos pasos,
con su incansable y eterno gentío.
Tal vez luego, si lo piden los hados.
Ahora Gentilly y su patio tranquilo.
Pablo Fernández de Salas
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