Solitario fantasma,
casi invisible nace.
Con un manto de paz y fría calma
en silencio pío abriga las calles.
Etéreo su silencio,
traslúcido susurro
cuando posa su cristalino cuerpo
sobre expectante mundo.
Cuerpo pequeño, frágil, diminuto.
Mil esquinas. Mil huecos.
Y mil rincones llenos de secretos
refractados, ocultos.
De transparente esencia
y retorcida mente,
de apariencia inocente.
Se acumula en la noche
con mortal belleza, manto de gloria,
sábana mortuoria
inerte, casta, de prístino corte.
Mil hermanos tiene: ninguno igual.
Al amanecer me observan atentos.
En su mudez intuyo mi reflejo,
sin luz, rodeado de soledad.
Pablo Fernández de Salas
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