El invierno viene cargado de recuerdos, recuerdos que a veces se deslizan silenciosos en la noche y cubren las calles de blanco. El frío hace que se busquen unos a otros, procedentes de distintas mentes que palpitan entre sueños. Pero no todas las mentes descansan tranquilas, ni todas lo hacen en compañía. Este es un pedacito de hielo por suerte ya fundido: apenas el fantasma de un recuerdo de una vez que me sentí como se siente un copo de nieve.
Copo de nieve
Solitario fantasma,
casi invisible nace.
Con un manto de paz y fría calma
en silencio pío abriga las calles.
Etéreo su silencio,
traslúcido susurro
cuando posa su cristalino cuerpo
sobre expectante mundo.
Cuerpo pequeño, frágil, diminuto.
Mil esquinas. Mil huecos.
Y mil rincones llenos de secretos
refractados, ocultos.
De transparente esencia
y retorcida mente,
de apariencia inocente.
Se acumula en la noche
con mortal belleza, manto de gloria,
sábana mortuoria
inerte, casta, de prístino corte.
Mil hermanos tiene: ninguno igual.
Al amanecer me observan atentos.
En su mudez intuyo mi reflejo,
sin luz, rodeado de soledad.
Pablo Fernández de Salas