El último visitante

 

En el silencio del cuarto
un tenue soplo se escucha:
el estremecer amargo
de una cortina parduzca.

Otras veces se ha encontrado
a este oscuro visitante;
se acerca al pobre camastro
donde el cuerpo inmóvil yace.

Sin destellos ni sonidos,
¡ay!… realiza su trabajo.
La cortina siente el frío
que en silencio va cuajando.

El visitante se marcha.
La cortina se estremece.
Y del cuerpo, ya sin alma,
el calor desaparece.

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Pablo Fernández de Salas

 

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