Equinoccio

 

El sol bosteza al oeste
destellos de atardecer.
El aire descansa calmo;
sus ojos densos, cansados;
su cuerpo tenso y cargado;
su mente de sombra y miel.

Sombras de cuerpos delgados,
de troncos estilizados,
de pasos agigantados;
sombras de cobriza piel.

El sol bosteza al oeste
sobre los campos y bosques;
su fulgor se va apagando,
su pasión busca la noche.

La luna espía en el cielo,
pálida, llena de envidia.
En su rostro se adivina
el fantasma del invierno.

Una hoja se desprende,
acunada en su silencio.
El sol bosteza al oeste,
de atardecer sus destellos.

Agotado, enrojecido,
el cielo olvida su abril.
Ya anochece, muere el día,
y un lucero alumbra el fin
entre oxidados colores
(bajo una manta de añil)
que los árboles imitan
disponiéndose a dormir.

cropped-mifirmapfds-margenes-1.pngcreativeCommons

Pablo Fernández de Salas

 

Visita aquí la entrada original del blog sobre este poema.