La nota rompe el silencio
con las ondas de un «te quiero»,
como una gota de agua
y la estela de su beso.
Otra nota se desnuda,
dejando caer su atuendo
sobre el espacio infinito
de los ecos del silencio.
Poco a poco, nota a nota,
la armonía va surgiendo.
Tañidas con parsimonia,
sus hojas se van abriendo.
La rima prende el poema
con la voz de una promesa,
como una primera cita
que se despide a la espera.
Otra rima la persigue,
sacudiendo sus pavesas
con el mismo abrir de ojos
y el mismo sol que la observa.
Poco a poco, rima a rima,
la poesía se despierta.
De metáforas henchida,
sus versos se desperezan.
El trazo bautiza el lienzo
con la sombra de un secreto,
cual tinta de cerradura
en piel de portón añejo.
Otro trazo se dibuja,
derramando su misterio
con acuarelas mojadas
en los suspiros de un beso.
Poco a poco, trazo a trazo,
la pintura va creciendo;
su intimidad aflorando
y sus formas definiendo.
El cuark vibra en el vacío
siendo la nada su nido,
como esa muda palabra
o ese grito sin sonido.
Otro par de cuarks lo imitan
desafiando al destino,
con la eternidad pendiente
de su corazón en vilo.
Poco a poco, cuark a cuark
y en diminutos latidos,
brotan ánimas de paz,
núcleos de sabor dormido.
Nota a nota, rima a rima,
trazo a trazo, cuark a cuark.
Como una tierna caricia
que llega sin avisar,
el cerezo abre sus labios
frente a la risa del mar:
límpidos, tímidos pétalos
que sonríen por igual.
Nota a nota, rima a rima,
trazo a trazo, cuark a cuark.
En un bostezo la vida
desemboca en su final.
Pablo Fernández de Salas
Visita aquí la entrada original del blog sobre este poema.