Florecer del cerezo

En estas últimas semanas no todo ha sido malas noticias. La llegada de la primavera empieza a notarse en los campos, donde ahora predomina el verde moteado de intensos colores aunque debamos verlos a través de una ventana, ya sea real o virtual.

Cuando las primeras flores se abren, la naturaleza ensaya sus primeras notas, escribe sus primeros versos y tantea las primeras líneas de un dibujo que promete ser una bella composición.

Tal vez lo único perturbador sea pensar en la similitud que hay entre el inicio y el final de las cosas. La apertura de una flor no solo indica un comienzo, sino una conclusión tras un largo proceso.

¿Qué simboliza, pues, la apertura de una flor? ¿El principio de la vida misma o justo ese instante cuando esta termina?

Flor de cerezo

La nota rompe el silencio
con las ondas de un «te quiero»,
como una gota de agua
y la estela de su beso.
Otra nota se desnuda,
dejando caer su atuendo
sobre el espacio infinito
de los ecos del silencio.
Poco a poco, nota a nota,
la armonía va surgiendo.
Tañidas con parsimonia,
sus hojas se van abriendo.

La rima prende el poema
con la voz de una promesa,
como una primera cita
que se despide a la espera.
Otra rima la persigue,
sacudiendo sus pavesas
con el mismo abrir de ojos
y el mismo sol que la observa.
Poco a poco, rima a rima,
la poesía se despierta.
De metáforas henchida,
sus versos se desperezan.

El trazo bautiza el lienzo
con la sombra de un secreto,
cual tinta de cerradura
en piel de portón añejo.
Otro trazo se dibuja,
derramando su misterio
con acuarelas mojadas
en los suspiros de un beso.
Poco a poco, trazo a trazo,
la pintura va creciendo;
su intimidad aflorando
y sus formas definiendo.

El cuark vibra en el vacío
siendo la nada su nido,
como esa muda palabra
o ese grito sin sonido.
Otro par de cuarks lo imitan
desafiando al destino,
con la eternidad pendiente
de su corazón en vilo.
Poco a poco, cuark a cuark
y en diminutos latidos,
brotan ánimas de paz,
núcleos de sabor dormido.

Nota a nota, rima a rima,
trazo a trazo, cuark a cuark.
Como una tierna caricia
que llega sin avisar,
el cerezo abre sus labios
frente a la risa del mar:
límpidos, tímidos pétalos
que sonríen por igual.
Nota a nota, rima a rima,
trazo a trazo, cuark a cuark.
En un bostezo la vida
desemboca en su final.

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Pablo Fernández de Salas

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