Mientras el rebaño de nubes
que pasta en las tierras de Ámsterdam
me despide hasta la próxima,
siento que los vientos me arrastran
hasta un arce que se deshoja.
Sus ramas fuertes y dispares.
Sus raíces cortas y abiertas.
Su tronco abultado y danzante
de tantas ráfagas errantes
y todos los cambios de tierra.
La caspa corinta en el suelo
refleja el sangrar de los sueños
incumplidos y la vergüenza
de aquellos que sí se cumplieron.
Pues ¿qué son las hojas de un árbol
frente a un bosque que también sangra?
Lejos queda el suelo de Ámsterdam
con su voluptuoso rebaño.
Y aún más lejos cualquier patria
en cuyo suelo las raíces
del arce se vieran ancladas.
Lejos, lejos en la distancia
que el avión y su soledad
imponen frente a la crueldad
y el sol de las vidas humanas.
Lejos, flotando con los vientos
que rondan sin descanso al árbol,
deshojando sus verdes sueños,
desnudando su soledad,
para que brille en libertad
en el bosque que se desangra.
Pablo Fernández de Salas
Visita aquí la entrada original del blog sobre este poema.