La pradera de los sueños

 

La pradera se extiende
como un papel sin tinta;
un plano sin bordes, de aroma verde
y posibilidades infinitas.
El terreno se ondula
ofreciendo realismo,
calmando a la mente con los suspiros
de una brisa de cuna.
Flores blancas y amarillas puntúan
cada verso del aire,
con palabras mayúsculas
escritas por los árboles.
Las gaviotas y sus cantos al cielo,
la fantasía en bruto de las nubes,
brillos de sol en un fondo de azules,
caminantes que comparten sus sueños.
Los edificios bordean el prado,
espejado en sus caras.
Frisbees al vuelo, balones jugando,
crepitar de unas brasas.
Los rescoldos chispean con cariño,
su calor en el rostro.
Un temblor emborrona los detalles
entre grises y rojos.
La pradera se ha ido,
nunca ha estado; protestan los rescoldos.
La mente se estremece, alarmada,
y despierta de pronto.
Ni verde, ni azul, ni sombras doradas;
solo negro, naranja, gris y rojo.

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Pablo Fernández de Salas

 

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