Navidades de cartón

 

Con alegría resuenan
las voces de un villancico.
Las paredes son de cal,
en el monte un crucifijo
y en su melena perenne
los años muestran un nicho.

En este valle no nieva
aunque quieran los chiquillos.
En este valle no nieva,
no nieva pero hace frío.

Las ventanas condensadas
por dos alientos de niño
mientras abren sus regalos,
en un extraño destino,
bajo la sombra de un árbol
de juguetón colorido,
pero entre cajas marrones
de más sobrio contenido.

Navidades de cartón
y de aromas de mudanza:
en maletas la ilusión,
y una familia por casa.

En un patio de cemento,
un limón de gesto altivo
y ataviado con adornos
de jugosos amarillos,
a una colonia de hormigas
les proporciona cobijo.

El tiempo barre los días
y las historias que han sido,
y del limón solo quedan
briznas que azota el olvido.
Pero esas tardes aún viven
en los recuerdos de un niño,
entre las cajas marrones
y su arduo laberinto,
donde una infancia inmortal
rastrea el cofre perdido.

Con el paso de los años
muchos mapas se han rendido
a la mente exploradora,
a ese ojo inquisitivo,
pero, aunque el paisaje cambie,
el sentimiento es el mismo,
y avivan los mismos fuegos
corcheas de un villancico.
Hoy los acordes son suecos
y de canela sus ritmos,
y valencianos sus tonos,
y gaditanos sus himnos.
Puede que la canción cambie,
pero el sentir no es distinto.

Navidades de cartón
y de aromas de mudanza:
en maletas la ilusión,
y una familia por casa.

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Pablo Fernández de Salas

 

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