Siete palomas

 

Sobre las ramas del árbol muerto
siete ángeles grises se han posado.
Siete susurros que trae el viento.
Siete jueces sobre mi pasado.
Atentos me observan al principio
siete pares de ojos de obsidiana,
y valoran si yo he sido digno,
yo que los miro tras la ventana.
Ante mí, los problemas del mundo,
del alma de los tiempos que vivo;
y yo frente a esa alma, desnudo,
con el estigma de haber nacido.
El fuego invisible del invierno
cubre con sus cenizas el árbol.
Mientras, caen copos de silencio
sobre los siete ángeles posados.
El dolor de la vergüenza bulle,
pero no pude elegir qué soy;
como mucho ayudar al que sufre,
mas no a todos los que sufren hoy.
Mis pecados truenan sin sonido
sobre un invierno que no termina,
un invierno que gestado ha sido
a partir de mi misma semilla.
Mis manos sobre el radiador, frías,
frías como el aire que sostiene
siete miradas sobre la mía,
siete miradas a la intemperie.
Finalmente los ojos se apartan,
siete martillos que ya han juzgado.
Veo, sin saber qué me deparan,
sus cabezas durmiendo al costado.

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Pablo Fernández de Salas

 

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