Sobran los sonidos

 

Qué agradable es el silencio
que anda lleno de palabras;
qué agradables son sus besos,
qué agradable su mirada,
cuando se sienten sin miedo,
cuando se observa de gana.

Qué agradables esos gestos
de dos manos desatadas;
ese armónico paseo
de aquí a allá, sube y baja,
mientras describen un cuerpo,
mientras dibujan un alma.

Qué agradables son los dedos
tamizando la alborada
desde un cuartito pequeño
alumbrado por el alba,
por las ramas de un almendro
y una risa fuerte y clara.

Qué agradables son los versos
que componen con su danza.
Qué agradable es ese encuentro
que transcriben mientras bailan
para dos ojos atentos
a la mudez de su labia.

Afuera, varios jilgueros
la banda sonora cantan
para esa dicción sin eco,
sobre el almendro y su grada.

Dentro, dos perlas de cielo
escuchan con la mirada
el susurro en movimiento
de una voz viva y callada.

Las manos mueven los dedos,
una boca acostumbrada
a pronunciar en silencio
lo imposible a su garganta.

Las manos mueven los dedos
como danzarinas ramas,
ramas que imitan su aliento
alertas tras la ventana.

Las manos mueven los dedos
y orquestan con sus palabras
la risa de un compañero
para el que las manos bastan.

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Pablo Fernández de Salas

 

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