Sofia kyrka

 

Los pájaros piando,
aves cuyos nombres yo desconozco
vestidas como el terreno en invierno,
paseando a su antojo…
plumas al viento revoloteando.

Árboles sin vestir
al calor de la puesta,
un calor que absorben mil caras suecas.
Los primeros brotes salen del barro
entre charcos de hielo,
hojas muertas y un gato.

La colina rezuma libertad,
tan costosa estos días,
alejada de la vida y su mar,
del mundo con sus ojos por encima.

Y ahí, tras el sol poniente, Sofía.

Desde el banco en el que mi mente calmo
observo su fachada,
el atardecer su perfil rozando,
su aureola sagrada.

Turquesas los picos que la coronan,
tocado el rostro con alto sombrero,
de los montes blancos reina y señora,
guardiana del terreno.

Su perdón los minutos me rechazan
cuando una pausa pido.
Marchita el sol y avanza,
llevando la vida hacia su destino.

Árboles sin vestir
adorando a Sofía,
pájaros que pían, pían y pían.
Como el terreno en invierno sus trajes,
un invierno que acaba…
mas el frío se resiste a marcharse.

El fuego de fondo, color granate;
al frente, Sofía nubla su cara.
Un atardecer teñido de sangre
que la noche cubre hasta la mañana.

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Pablo Fernández de Salas

 

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