Hoy el suspiro me sale del alma
como la luz de las estrellas sale,
esas gotas de sangre siderales
yendo del fuego hacia infinita nada.
Buscando a ese dios que la vida ensalma
sin demandar obsequios ni reales,
así mi cansancio ofrenda agua, sales
—no sea que funcione— y blanca palma.
Pero no hay dios que palabra pronuncie,
ni señal que su voluntad valide,
ni milagro que su presencia anuncie.
Tan solo silencio mientras decide
la noche, antes que el sueño renuncie,
si concede descanso a quien lo pide.
Pablo Fernández de Salas
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