¡Oh, dolor!
Tú que acosas mis entrañas
y remueves mi interior,
bajo la piel me arañas.
¡Oh, pasión!
Pasión con que me corroes
todo, lleno de ilusión
y de abrasador roce.
¡Oh, canción!
Melodía de un grito,
grito de una maldición,
maldición con su maldito.
¡Oh, ardor!
Causado por el alcohol,
líquido aún no curador
de mi herida, ¡alcohol!
¡Oh, cabrón!
De mi dedo del pie, ¡sal!,
y no centres tu atención
en hacerme sufrir más.
¡Oh, adiós!
No protejas más mi corte,
que, en lugar de eso, vos
me hacéis caminar más torpe.
Pablo Fernández de Salas
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