Entre las venas del barrio
destaca un rincón de letras
donde se mojan los libros
en el café de las mesas.
Con un irlandés yo brindo
por las historias que esperan
de los voraces clientes
sus mentes listas y abiertas.
Solos o de dos en dos,
también familias completas,
en compaña o en soledad
la gente viene y se sienta.
El trajín de la rutina
al vapor de cafetera;
camareros ocupados
en su guion de bayeta.
Un infante y sus juguetes;
unos padres con sus quejas;
un anciano y sus revistas;
un extraño y su libreta.
En sorbos van los minutos
desde mi vaso a mis letras,
desplegándose mi mundo,
desvelando sus sorpresas.
Pan tostado y cafeína,
sangre de azahar liberta,
un desayuno a las doce:
la mañana de un poeta.
Pablo Fernández de Salas
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