El bolígrafo desgarra el papel
con cuchilla rodada, lentamente.
Azul brota la sangre del presente
y cicatriza sobre blanca piel.
En el futuro, desde un anaquel,
su marcado rostro, quieto, silente,
entre otros rostros guardado cruelmente,
será reliquia del pasado aquel.
Un futuro pasado que ahora nace
sangrando, único y especial;
tan indomable para quien lo cace
desde su nicho de madera y cal
como para la mano que hoy pace
hiriendo el papel, pues no hay otro igual.
Pablo Fernández de Salas
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