Vía Láctea

 

Del espacio en un punto
sin cabida en los mapas
surge un gigante hermoso
que en la negrura vaga.
La memoria difuminan los años
que este coloso carga.

Rodeado de oscuridad él baila
a través del vacío.
Los astros con su giro
al vuelo alzan su falda.
Gira, gira y repite mientras danza.

Un rostro en espiral
de mil pecas, y mil más, y mil veces
otras tantas. Burbujas de cristal.
En sus entrañas, peces
de fuego, de fuego, de fuego…
Al morir, explosiones de silencio.

Baila rodeado de oscuridad;
de oscuridad rodeado, él baila.
Su denso corazón late al bailar
y brilla con la sangre que derrama:
fotones excitados
que de su cuerpo escapan.

Escapan de su cuerpo
fotones excitados;
su corazón late, denso, cansado.
Hay algo que lo consume por dentro,
sin pausa, con voracidad eterna,
y lo distrae mientras baila y sueña.
Un instinto aún más íntimo y secreto;
más negro y más opaco;
que el halo de misterio
que acompaña sus pasos.

Rodeado de oscuridad él baila
surcando el infinito,
con el corazón cansado del ritmo.
Mas baila, baila y baila
con su manto de estrellas
blancas. Lechoso manto;
el mismo que la noche nos enseña
cuando añora el pasado;
cuando muestra su pena…
Cuando sangran los astros.

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Pablo Fernández de Salas

 

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