Un soneto por Navidad

Este soneto lo tenía guardado desde hace un tiempo y creo que es el momento idóneo para enseñarlo. Por fin, tras un duro diciembre de nubes grises y sol tímido, el día veinticuatro amaneció en Estocolmo con un cielo completamente despejado; el primero del mes. Con la puesta de sol regresaron las nubes, pero esta vez vinieron cargadas de nieve, un regalo que empezó a descender lentamente como si Santa Claus así lo hubiera dispuesto. Sin prisas, pero sin pausa, el aire se llenó de copiosos ampos durante el día de Navidad, tejiendo una alfombra blanca que no tardó en estrenarse con las huellas de los ciudadanos.

Soneto a Estocolmo

Cada esquina es una vuelta de hoja,
la ciudad se despliega a cada paso.
Su cuerpo de hormigón respira, sano,
y su corazón bombea personas.
Catorce órganos, catorce bocas
alimentadas por venas de asfalto,
catorce miembros cubiertos de blanco
en los meses en los que el sol no toca.
Las vidas parpadean mientras fluyen
de aquí a allá. La ciudad se estremece.
Con sueños de invierno la piel se cubre,
apaga sus ojos y se adormece.
Huellas y marcas sobre el lienzo surgen.
Palabras. Mil historias en la nieve.

cropped-mifirmapfds-margenes-1.png creativeCommons

Pablo Fernández de Salas

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