Partículas de poeta

Como mucha gente, mis aficiones son varias. Entre ellas cuento con dos grandes pasiones: la física y la escritura. A día de hoy la primera me da de comer, al tiempo que me divierte, y la segunda me permite alejarme de la primera cuando necesito un pequeño descanso. En este espacio virtual pretendo dar rienda suelta a la segunda de ellas, en forma de poesía, cuyos versos serán los equivalentes físicos a las partículas del mundo subatómico al que dedico mi carrera profesional.

Debo advertir, no obstante, que esta no será una web de ciencia. Aquí iré publicando, a intervalos irregulares pero con frecuencia, poemas de todo tipo. Me gusta dejar que la poesía me sorprenda, y solo pienso en qué escribir cuando ya he comenzado a hacerlo. Así pues, no prometo seguir una agenda determinada, y aunque intentaré no dejar huérfana ninguna de las áreas que empiece, no puedo predecir qué guiará mi pluma en el futuro. En este sentido, las leyes de la poesía escapan a mi entendimiento y no he descubierto unas ecuaciones que las describa.

Pero que no esté destinada a ser una web de ciencia no significa que no pueda rendir homenaje a aquello que me apasiona. De vez en cuando dejaré algún regalito con tintes científicos por aquí. Por este motivo, no he encontrado una mejor manera de empezar esta aventura que con un poema dedicado a los neutrinos, mis elusivos compañeros de viaje durante muchos años de física.

Neutrinos

En silencio, inadvertidos,
llegan al mundo y lo pueblan.
Les atrae la soledad;
nacen, suspiran por ella.
De uno en uno, poco a poco,
sin anunciar su presencia,
desde el comienzo de todo
vagan aislados y sueñan.
Motitas de soledad,
partículas de poeta.
Sin prisa en su deambular,
filósofos en su esencia.

Atraviesan el espacio,
las nubes, el sol, la tierra…
Sin detenerse ante nada,
sin que nada les detenga.
Se multiplican sin pausa,
con cada evento, sin meta;
en las estrellas y el mar;
en el aire y los planetas.
Cuando truena, cuando besas,
cuando el Universo piensa.
Motitas de soledad,
filósofos en su esencia.

Débilmente interactúan,
aunque no hacerlo quisieran,
y por eso se disfrazan
si sienten que les observan.
Vinagre, aceite y sal;
sabores de nuestra tierra.
Azúcar, canela y pan;
torrijas que te envenenan.
Oscilan, giran y oscilan,
en el baile que interpretan;
actores inesperados
de las radiaciones beta.

Hoy los físicos los buscan
prendados de su belleza;
fantasmitas singulares,
ni radiación ni materia;
portadores de la clave
que teorías abre y cierra.
Como a un amor enfermizo
los persiguen con sus tretas.
Pero ellos se resisten,
almas libres de cadenas;
sin prisa en su deambular,
partículas de poeta.

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Pablo Fernández de Salas

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