Y el mar de fondo

El verano es para muchos sinónimo de vacaciones, de cenas al aire libre, de sombrilla y arena blanca; de días con la familia, de viajes con los amigos, de encuentros inesperados; de despertarse cuando apetece, de vivir sin saber la hora o el día de la semana, de siestas en la playa… El verano, además, es esa aventura en la que te zambulles, esa arena que acuna tu cuerpo con la nana del mar en la orilla, la imaginación en un universo imposible y la brisa en los dedos al pasar de página… Y el mar de fondo.

El mar de fondo

La brisa mece las hojas
al abrigo de una nana.
Húmedo, su aliento moja.
Lengua salada.

Las manos sujetan firmes
una áspera ventana;
saltando en su superficie,
unas palabras.

Palabras que el cielo mira
y a las olas cotillea;
palabras que el viento imita
sobre la arena.

En una playa tumbado,
una playa que me observa,
mis dedos cambian de marco
hacia otra escena.

Un prado miran mis ojos,
embrujados por las letras.
El sol calienta mi rostro,
que lejos vuela.

La playa, el sol, la brisa,
y en mi mente unos jinetes
insensibles a una orilla
que jugar quiere.

Mil monturas que galopan
en praderas infinitas,
mientras suspiran las olas
desde la orilla.

Blanco el calor de la arena;
el agua y su grito bronco.
Caballos a la carrera,
y el mar de fondo.

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Pablo Fernández de Salas

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