Nana de invierno

A seis de enero ya podemos decir que las festividades de Navidad han terminado. Sin embargo, el invierno boreal no hace mucho que ha comenzado a enfriar las calles tras su llegada, y todavía le queda un largo camino por recorrer. Pese a su gris entrada, con días tristes y nublados, las horas de luz van ganando terreno a la oscuridad mientras el invierno avanza. La temperatura puede no ser agradable, pero el sol empieza a dejarse ver con más frecuencia, apuntando a una alegre primavera.

Mientras tanto, no está de más una nana que ayude a dormir y que ahuyente los fantasmas de la noche.

Nana de invierno

A mitad de diciembre
Invierno asoma
con su pelo de nieve
sobre la loma.
Luz en las casas,
ornamentos que brillan
en las ventanas.

Con los sueños del mundo
Invierno juega,
su reflejo desnudo
sobre la acera.
Hielo y escarcha,
y farolas que alumbran
con sus miradas.

Acuarelas difusas
son los paisajes,
tan miope la luna
detrás del traje
de lana virgen
y color apagado
que el cielo viste.

Agotado y enfermo
el sol se esconde
y persigue su sueño
noche tras noche:
Praderas verdes,
amapolas y abejas;
pero ahora duerme.

Los vellones de lana
el cielo llora
cuando escucha la nana,
porque es la hora:
Invierno llega.
Mientras, el sol ansía
la primavera.

···

Adormecido pasa
el mes de enero,
entre hielo y escarcha
también febrero.
De plata el brillo,
la oscuridad se marcha
dejando el frío.

Con sus intensos dardos
a Invierno ahuyenta
la claridad de un astro
que ya despierta.
Su luz florece
en coloridos pétalos
que resplandecen.

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Pablo Fernández de Salas

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