Los sonidos del verano

Extraño es este verano recibir, desde la silla de una terraza, el zumbido de los insectos durante la noche, o dejar que el arrullo de las olas nos adormezca sobre las dunas de una toalla. Extraño, al menos, para algunos, mientras que para otros el verano sigue siendo el mismo verano que han vivido siempre.

Las especiales circunstancias de este año hacen que los sonidos del verano cambien de matiz. Solo debemos asegurar que dicho cambio nos permita recuperar en el futuro nuestro pasado, aunque para ello debamos ceder a cambio un poco de nuestro presente.

Los sonidos del verano

Rompen las olas del mar
en una playa desierta.
Suspiros de arena y sal,
burbujas de agüita fresca.
Las gaviotas, al gritar,
a otras gaviotas molestan;
sus picos de par en par,
como una casa sin puertas.
Suena la mosca al pasar,
zumbando sobre la arena;
de boca en boca ella va
moviendo sus alas negras.

Un herrerillo en el campo
pregunta por sus amigos.
Solo responden los sapos
y unos frenéticos grillos.
Los cascabeles de un árbol
agita un viento tranquilo,
sin neumáticos girando
en polvoriento camino.
Pasa la mosca volando
con su insistente sonido,
sus alas negras zumbando
de boca en boca a buen ritmo.

Las gaviotas en la arena
siguen riendo y graznando,
sin sus mascarillas puestas
ni la distancia guardando.
El herrerillo ahora espera,
disfrutando de un helado.
Sus amigos corretean
entre coches aparcados.
Ni la playa está desierta,
ni están desiertos los campos.
La mosca vuela que vuela,
de boca en boca zumbando.

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Pablo Fernández de Salas

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