Hay días que se nos hacen muy cuesta arriba, pero en muchos casos es a causa de preocupaciones que, pensadas a posteriori, realmente no suponen ningún peligro para nuestro bienestar. Sin embargo, es difícil no caer en este tipo de sufrimientos banales cuando se dispone de la capacidad para envidiar y soñar. Por ejemplo, nadie necesita verdaderamente ser rico (un buen sueldo que nos permita adquirir las necesidades básicas con holgura sería más que suficiente), pero nadie, o casi nadie, diría que no a un poco más de dinero. Muchas ansiedades se habrían podido prevenir si nos limitáramos a disfrutar de lo que ya tenemos.
El poema que presento tiene ya sus años, puede que en torno a quince, lo que me sorprende y asusta al mismo tiempo, pero el paso de los años sigue sin haber borrado la pregunta que me llevó a escribirlo en su momento: ¿no seríamos más felices si tuviésemos la capacidad intelectual de, digamos, un escarabajo?
Escarabajito andante
Escarabajito andante
en el rojo macetero
del comprimido salón
de la casa de mi pueblo.
¡Quién tuviera tu simpleza!
Con preocupaciones, cero.
Tan solo buscar pareja,
procrear… y después muerto.
¿Qué buscas con tus patitas
en el aire este tan quieto?
¡Ah, ya sé!, las hojas finas
que van a ser tu alimento.
¡Ay, simpleza que te guía!
¡Cuánto buscas con esmero
las necesidades mínimas
de una vida sin complejos!
¡Y qué si tu vida es corta!
¡Qué más da si eres pequeño!
Lo importante es que tus días
saben bien contar el tiempo.
Naces libre en este mundo
pues a él estás sujeto:
a su antojo, a su vagar,
y vas surcando sin remos
las aguas del ancho mar
sin ver cómo están fluyendo.
Sin disgustarte en tu andar.
Sin preocupaciones, cero.
Pablo Fernández de Salas