Rimas malnacidas

Enfrentarse a una página en blanco puede suponer un reto. Las posibilidades son tantas que no siempre sabemos cómo centrarnos en esas frases que nos interesan. Sus fantasmas aparecen sobre el papel, visiones de historias en potencia luchando por llamar nuestra atención. Irónicamente, esta ebullición de ideas nos causa más problemas que soluciones nos ofrece. Incluso cuando ya hemos escogido el argumento principal de nuestra historia, ¿cómo desarrollarlo? ¿Cuál de los infinitos desvíos que apuntan hacia la misma meta nos lleva por senderos más sorprendentes? Las tentaciones son demasiadas, las opciones excesivas, y la mente se bloquea para no quedar inundada por las posibilidades. A veces el azar decide por nosotros; otras veces un impulso incomprensible nos guía, y pocas son las ocasiones en las que el camino correcto está señalizado sin ambigüedad. No obstante, cuando recorremos el trayecto solemos encontrar rutas alternativas más atrayentes, y entonces nos dedicamos a explorar. Los frutos de esta exploración pueden ser esos tesoros únicos que no hubiéramos descubierto en el camino marcado, aunque la mayoría de las veces demos con joyas extravagantes cuyo valor no sabemos calcular. Estas joyas grotescas tienen un brillo propio, demasiado propio, de hecho, para encajar bien. Son rimas desafortunadas, ecos de una grandeza inexistente, de un futuro que no será y un pasado que nunca fue. Rimas que manchan la página en blanco, robándole oportunidades. Rimas que han llegado al mundo desorientadas, envueltas en la envidia de otras rimas que no lo consiguieron y la repulsa de aquellas demasiado afortunadas para sentir empatía. Rimas sin poema. Rimas malnacidas.

Rimas malnacidas

Es al ver tu mirada
cuando el miedo despierta,
el terror a esos ojos
de pupilas desiertas,
iris inexistente
y esclerótica eterna.
Tu superficie intacta,
campo de dudas.
Pares de versos cuánticos
entre tu bruma.
Rimas que saltan
desde una seguidilla,
mas no colapsan.
Sobre tu blanco cielo
titilan mil astros de tinta negra,
palabras azules y rojas letras…
que se disipan luego.
Un romance deja ver
sus cabellos de ocho metros
en una mata que crece
a la sombra de mis dedos,
mas como viene se va;
el viento barre sus pelos.
Si en esta nieve virgen
de tu mirada
busco dejar mi huella
con las palabras,
llegan las nubes
con celosas ventiscas
y me las cubren.
Estrofas como parches
que se solapan
van dejando en tu piel
sus feas marcas,
cicatrices de trovas
que mal encajan.
Rara belleza
la de las notas muertas,
la de tachones grises,
la de huérfanas letras.
Solemne vista
la que tu miedo inspira:
epitafios en verso
y un cementerio
de rimas malnacidas.

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Pablo Fernández de Salas

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