Ahora que hemos vuelto a acostumbrarnos a los viajes podemos reflexionar sobre cuánto sacrificamos cuando, por un motivo o por otro, las circunstancias nos impidieron salir de nuestra región. Hasta la visita a un amigo que reside en una localidad cercana es un privilegio que no hay que infravalorar. Y ¡qué cerca puede estar la aventura con el transporte adecuado! En tan solo una hora en tren pueden alcanzarse ciudades que están a varios días de caminata. Apenas una hora, y el horizonte de nuestras posibilidades se ensancha para ocupar un espacio que difícilmente vamos a cubrir por entero en el trayecto de nuestras vidas. Una hora, y el andén en el que nos bajamos está a más de cien kilómetros del que nos vio empezar el viaje. Una hora, y los raíles de metal tienden su puente para que lo crucemos de punta a punta conectando posibilidades, entrelazando vidas, reforzando amistades.
Soneto desde el tren
De nuevo en un tren hacia la aventura,
un viaje en el que el verano explora.
Corto el trayecto —no llega a una hora—,
mas largo el recuerdo que en él captura.
Aires de Uppsala verán mi cultura,
que respirará su fauna y su flora:
los olores que la mente atesora
de cada parque, de cada escultura.
Corre, tren; ve, corre sobre las vías;
avanza hasta tu efímero destino.
Ofrece en tu estación las alegrías
que se esperan al final del camino.
¡Ay, curiosidad, cuánto perderías
sin el tren y su duende beduino!
Pablo Fernández de Salas