El gato de Schrödinger

¿Quién no ha oído hablar del gato de Schrödinger? Al igual que las brujas, los físicos parecemos tener una extraña obsesión con los gatos. Y no es para menos, estos independientes felinos nos recuerdan lo difícil que es domar la naturaleza. Pero insistimos e insistimos, y desechamos y creamos más y más teorías respaldadas por los datos y las observaciones de un siempre creciente número de experimentos. Así, del mismo modo que buscamos el cariño de estos animales, nos empecinamos en nuestra resolución, con el objetivo último de desvelar los secretos del Universo.

Pero hay veces que el Universo nos dice «basta» y nuestras teorías nos comunican que no pueden predecirlo todo. Así sucede en el mundo de lo más pequeño, ese mundo donde lo microscópico se antoja gigantesco y la naturaleza incierta de la cuántica toma las riendas. Quizás algún día alguien llegue más allá; mientras tanto, hay cuestiones por las que calentarse la cabeza suele ser solo cosa de físicos. O de brujas.

El gato de Schrödinger

Flotando en la inmensa nada
viaja la onda a su suerte.
En lid eterna a sus hombros
forcejean Vida y Muerte.
Un pulso de esencia errante,
fruto de la nada ausente,
una luz desesperada
de esperanza creciente.

Así lo es todo y no es nada,
cual paradoja rebelde.

El hombre busca su sino
por sendero inexistente;
a más conocer del mundo
es menos lo que se entiende.
Vivo o muerto, qué más da;
el gato goza inocente.

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Pablo Fernández de Salas

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