Cuatro primos: dos pares de hermanos distanciados en edad de manera intercalada. Un abuelo común que emigró a Alemania, de donde se trajo de vuelta a España, además de unos cuantos años más de vida y toda una experiencia para el recuerdo, a una esposa y a tres hijos. Dos de los primos comparten un paseo por la tarde con la pareja de ancianos, quienes reviven su pasado más joven al pasar por delante de la iglesia en la que se casaron, disfrutando de sus dos nietos mayores durante una visita de vacaciones a Alemania.
Años más tarde, la escena se repite en la mente del menor de los dos primos que estuvieron en el viaje, mientras el mayor descansa en su casa, ya casado. El que recuerda el momento lo hace desayunando en una ciudad estadounidense, y su prometida lo espera a miles de kilómetros de distancia, en Suecia, mientras el resto de su familia continúa con su vida en España.
Es febrero, la semana previa a los carnavales, y la musiquita del pasodoble de la comparsa Los carnívales se mezcla con el recuerdo de aquel paseo. Poco después, una mano vuela sobre las promesas de un papel pensando que ya es hora de componer una nueva letra: sabiendo que ya es hora de redactar esa debida carta.
Invitación al abuelo
Hace mucho que tendría
que haber moldeado la tinta
para dar forma a esta carta.
Temiendo no estar a tiempo
de almacenar el recuerdo,
ahora lo hago en la distancia.
Caía una lluvia fina,
paseando, aquel día,
por la tudesca ciudad,
y fue pasando una iglesia
cuando, de forma discreta,
nos preguntaste sin más.
Yo entonces desconocía
la importancia del lugar
y no supe dar respuesta.
Tú sonreíste al compás
del misterio que creabas
en unos pequeños mozos.
La vida cambia las tornas:
uno ya tiene su propia historia
y falta el otro,
más los dos pequeños pillos
que nos persiguen al loro.
Dando pasos al futuro
repetimos el pasado.
Lejos de lo que conozco,
veo a través de tus ojos
aunque yo no esté emigrando.
La familia a diez mil millas,
otras tantas separada:
la distancia así la siento
diga lo que diga el mapa.
Nos volveremos a ver
y podrás deleitarnos con tu historia otra vez.
Ojalá tu memoria se intente portar bien
guardando lo que te anuncio en la carta.
No queda mucho, qué va;
apenas unos meses y otra historia tendrás.
Abuelo, aguanta un poco esa mente de cristal
que otro nieto se te casa.
Pablo Fernández de Salas