Uno de los misterios que tiene ocupados tanto a físicos de partículas como a cosmólogos y astrofísicos es la naturaleza de la materia oscura. Las leyes de la gravitación, derivadas de la teoría de la relatividad, han sido puestas a prueba de muchas formas distintas, y en todas ellas han pasado el test sin perturbarse. Por otro lado, estas mismas leyes nos indican que en el universo existe, y de hecho domina, un tipo de materia que no ha sido identificado todavía: la materia oscura. Las indicaciones proceden de multitud de observaciones astrofísicas y cosmológicas que estudian el movimiento y la distribución de estrellas y galaxias, y todas apuntan de manera consistente a que es necesaria mucha más materia de la que es visible para explicar dichas observaciones. Esta materia adicional no puede estar formada por partículas conocidas, ni interactuar con ellas de manera apreciable, ya que ha esquivado muy bien todos los experimentos que se han hecho para detectarla. El calificativo «oscura» se le da por su falta de interacción con los fotones, esto es, no absorbe ni emite luz, de ahí que su presencia solo se conozca por sus efectos gravitatorios. Pero los físicos están decididos a desentrañar todos los secretos de la materia oscura, para lo cual se proponen nuevos modelos y teorías, y se estudian nuevas técnicas experimentales; todas sin éxito hasta el momento. Entre las técnicas más comunes se encuentra la monitorización de elementos sensibles a una interacción con partículas masivas, suponiendo que la materia oscura esté compuesta de ellas. Es como dejar al descubierto una herida y esperar el dolor de un roce, por lo que conviene vendarla bien contra los elementos conocidos. Para evitar que este material interaccione con otras partículas, se sitúa en las profundidades de una montaña, aislado del exterior por metros y metros de roca, a los que se añaden varias capas de blindado. De esta forma, las únicas partículas que pueden alcanzar el interior del experimento y tocar su herida son los fantasmas de la materia oscura.
El fantasma de la materia oscura
El silencio es profundo,
bien cavado en la roca,
su corazón oscuro
impasible reposa;
una herida sellada
con postilla de plomo;
un núcleo hipersensible
bien aislado de todo.
Los cazadores esperan pacientes
que su señuelo les dé resultado.
Inspeccionan la llaga y su sangrado,
monitorean su dolor latente,
controlan con asiduidad su estado
y son pacientes… pacientes… pacientes…
Leyes que son leyendas,
teorías que ficciones,
corolarios sin pruebas
y sin proposiciones.
Sombras del universo,
enigmas de ecuaciones,
duendes que son etéreos:
fantasmas en la noche.
Las pistas son pocas, el rastro es tenue,
pero hay claros signos de su presencia.
Pesadillas pobladas de quimeras
contaminan las más brillantes mentes.
Mil historias, ninguna verdadera…
hasta que encajen el genio y la suerte.
De un desierto sin nombre
brotan los espejismos,
muy variadas sus flores,
engañosas lo mismo.
La causante se esconde
entre arbustos de espinas;
fantasmas en la noche
ignorando la herida.
Pablo Fernández de Salas