Cantos de sirena

Las ondas gravitatorias son oscilaciones en la misma matriz del espacio-tiempo, murmullos que se propagan a la velocidad de la luz contrayendo y expandiendo los cuerpos con los que se cruza. Desde hace años los físicos han conseguido detectar algunos de estos fenómenos —si son lo suficientemente intensos, si son lo suficientemente extraordinarios— gracias al diseño de enormes interferómetros láser. Estos aparatos están provistos de dos largos brazos de varios kilómetros de longitud, dispuestos perpendicularmente, en cuyos extremos se sitúan dos bloques en suspensión. Cada bloque tiene un espejo que refleja de manera independiente la luz procedente de un mismo láser. Cuando una onda gravitatoria llega al detector, mueve de forma ligeramente distinta los dos bloques, y esta diferencia es captada por un receptor que recoge los reflejos del láser.

Las ondas gravitatorias que se han detectado tienen su origen en eventos tan inusuales como la fusión de dos agujeros negros, o el frenético final del baile de dos estrellas de neutrones que orbitan muy cerca justo antes de encontrarse.

Estos eventos no son frecuentes y su rumor nos llega desde muy, muy lejos, como cantos de sirena que recibimos con dos largos brazos abiertos, preparados para atrapar los murmullos del universo.

Cantos de sirena

Hay sirenas que cantan
entre los astros,
seres que fueron mitos
y ahora escuchamos.
Cantan y bailan;
rizos gravitatorios
forman sus faldas.
Entre tiempo y espacio
nadan sus cuerpos.
Al final de su baile
resuena un beso,
con un suspiro
que entre brazos abiertos
desde aquí oímos.

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Pablo Fernández de Salas

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