El placer de discutir

Cuando se habla de discutir tendemos a pensar en un acto parecido a una pelea, en el que los participantes se echan en cara todas las malas acciones, reales o no, que los opositores han cometido o hayan podido cometer. Sin embargo, una discusión debería consistir en un intercambio de ideas, una conversación constructiva en la que varias opiniones diversas confluyen hacia un todo más sabio, en lugar de colisionar y romperse en una guerra de acusaciones a cada cual más grave. Por desgracia, nuestro día a día suele estar cargado de falsas discusiones, habitualmente de boca de aquellos que más deberían ofrecernos un ejemplo a seguir. Por eso es tan importante disfrutar del placer de una discusión verdadera cuando podemos, ya sea como partícipes o como testigos, y recordar que discutir va mucho más allá de un enfrentamiento entre personas. Que sí, que hay ideales muy alejados de lo que debería promover cualquier sociedad civilizada, pero nadie va a cambiar de opinión, ni va a estar dispuesto a escuchar alternativas, si lo que vemos al otro lado es el cañón de un fusil en lugar de una ventana abierta hacia los dos lados.

Qué sorpresa despertarse

Qué sorpresa despertarse
con el trino de los pájaros
que con respeto se lanzan
estrofas de lado a lado.
Cortesía en su piar,
compañerismo en su canto:
una discusión que vuela
sin perderse allá en lo alto.
Esta mañana ha traído,
sin envolver, un regalo
del que disfrutan mi té,
mi aurora y su lento sábado.

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Pablo Fernández de Salas

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